LUCHO ARCE: CUANDO NO SE LOGRA EL LIDERAZGO, AUN SIENDO PRESIDENTE

LA SOMBRA DE EVO SE ALARGA EN BOLIVIA

Por Lucy Gallino desde Bolivia

En el análisis de las disputas y el poder político en América Latina, hay quienes consideran, como Atilio Borón y Paula Klaschko, que estamos viviendo un «segundo turno», una nueva ola de gobiernos progresistas en la región.

Si así fuera, no sería desatinado esbozar que en las elecciones de Bolivia para el 2025, Evo Morales podría ser nuevamente presidente.

Si recordamos que en 2019, Evo Morales ganó las elecciones por cuarta vez consecutiva y encima con el 45,8 por ciento de los votos, y la mayor parte de esos votos fueron para Arce en 2020, sería lógico pensar que el MAS sigue siendo la opción deseada por la mayoría del electorado.

La imagen y el recuerdo de una excelente gestión de gobierno del expresidente Evo Morales, aun con todos los desgastes que conlleva 14 años de gobierno, la despiadada guerra mediática (terrorismo mediático) y los embates de las corporaciones, lobbistas y el establishment en contra, aun así, hoy goza de buena salud.

Sin duda, hay una Bolivia antes y después de Evo. Antes de la industrialización del litio, la nacionalización de los hidrocarburos, la existencia de los satélites, teleféricos, infraestructura vial, leyes contra todas las formas de discriminación y racismo, bonos e incentivos fiscales a los empresarios, solo por nombrar algunos.

Evo sigue siendo una amenaza para propios y ajenos. Pero la batalla que libra hoy Evo Morales en el interior del país se ha encarnizado en las propias filas del MAS.

Por diversos motivos, esta lucha se viene arrastrando desde el inicio de la asunción de Lucho Arce.

Si analizamos que Evo Morales desde que era cocalero se destacó con holgura por sus capacidades para poder negociar con diversos sectores del país. Siempre fue un político de «territorios»; es decir, un hombre de negociaciones políticas, con grandes dotes y cualidades para armonizar incluso las más feroces disputas entre lobos y leones. Todo lo contrario, a un técnico; es decir, a un hombre de escritorio.

Esta razón y sus valientes decisiones políticas a favor de lo colectivo lo habilitan a ser considerado, por muchos, un hombre especial, de esos que se dicen «nace uno cada 100 años». Es que, en la Bolivia de hoy, además de que los números no están dando bien, falta «algo», falta mística, falta espíritu de patria. Eso que Evo Morales sabe transmitir muy bien.

Días atrás en los canales del Estado se transmitía una actividad presidencial: el Presidente Lucho Arce sentado en primera fila entre decenas de líderes mineros en un aniversario de la patria. Sin embargo, en esa imagen se veía a la gente desganada, a los propios músicos se los veía tristes y la ausencia de un discurso vehemente opacó aún más la ceremonia. El broche de la jornada fue que le regalaron una camioneta al «líder sindical», cuando otra hubiera sido probablemente la decisión de Evo de reemplazar ese regalo tal vez por un simbólico crédito para todos aquellos trabajadores.

Es por esto mismo que llama la atención que a Lucho Arce no le suceden esas crisis feroces que si recibía Evo, para quienes las desestabilizaciones eran permanentes.

Recordemos, la previa al golpe del 2019, aquella crisis política en 2008, que puso en riesgo la integridad territorial del país y la estabilidad misma del gobierno. Un ensayo perfecto de lo que se vendría años después.

Sobre el golpe de Estado en 2019, es innegable que fue un golpe planificado no solo por el gobierno de los EE. UU., sino que también tuvo la «invalorable» participación de varios países de la región como Brasil, Perú, Chile y, principalmente, Argentina, presidida esta última en aquel momento por el derechista Mauricio Macri; quien, recordemos, está imputado junto a otros trece funcionarios por contrabando de armas a Bolivia durante el golpe de Estado. La entonces ministra de la Defensa y actual candidata en las elecciones del próximo 22 de octubre en Argentina. Una defensora de la causa sionista, fiel amante del gobierno de los EE. UU.; quien debería estar proscripta por estos y otros graves delitos.

Pero este golpe de Estado en Bolivia: cívico, militar, policial, mediático, evangélico, también contó con la participación de algunos partidarios del MAS IPSP (Movimiento al Socialismo – Instrumento político por la soberanía de los pueblos).

Existen evidencias que demuestran que funcionarios que ahora están en la gestión del Presidente Lucho Arce colaboraron con información para ayudar al derrocamiento de Evo Morales.

Estos archivos y materiales de importancia fueron secuestrados por leales seguidores de Evo Morales durante el golpe de Estado. En estos documentos se probaría la deslealtad de algunos destacados miembros de la primera línea política de Lucho Arce.

Recordemos que, por el contrario, cientos fueron los ciudadanos que resistieron y defendieron el proceso de cambio. Algunos hicieron bombas molotov, otros se resistieron a abandonar el país, otros, en cambio, prefirieron poner el pecho a las balas portando la bandera de la wiphala. Sería injusto nombrar solo a algunos, fueron cientos, miles los aliados patriotas que se jugaron su vida por la patria y por el proceso de cambio.

Ellos y ellas conviven diariamente con el recuerdo del zumbido de las balas rasantes, del olor a pólvora y los llantos de las víctimas de las masacres. Poco ha hecho hasta ahora el poder judicial para continuar con los esclarecimientos de las masacres de Sacaba y Senkata y de los responsables por los hechos del golpe.

Lucho Arce parece que no quiere remover el pasado reciente y se circunscribe a fagocitar, cercenar y aislar los territorios por los que se mueve Evo. Tal es el caso de los escándalos de narcotráfico que han ido en escalada, pero que al parecer solo suceden en la zona del Chapare, donde reside el expresidente; dejando un halo de dudosa relación con Evo, para estigmatizarlo tal como lo hicieran sus opositores.

El tema del narcotráfico hoy en Bolivia

Según declaraciones del exministro de la Presidencia de Evo, Carlos Romero, quien ha realizado innumerables denuncias sobre la gestión del gobierno de Arce, respecto a varios temas y, en particular, acerca del tema del incremento del narcotráfico:

«La actividad del narcotráfico se difuminó en términos mayores por toda la cuenca amazónica. Si bien este problema existía antes, ahora es más complejo. Esto hoy está fuera de control. Si tenemos en cuenta que, durante la gestión de Evo Morales, se redujo al 50 % la superficie de cultivo durante los 14 años de su gestión, se comprende que estos temas dependen de una política de Estado firme y contundente, de una vocación por el servicio a una patria libre y soberana».

También se ha incrementado en números exponenciales el proceso de deforestación, lo cual es alarmante. Diversas ONG que operan en el norte amazónico de Bolivia afirman que, en frecuentes sobrevuelos que realizan para el control de zonas, han detectado aserraderos móviles cada 5 kilómetros, siempre con la complicidad de líderes locales que a cambio de sobornos facilitan el contrabando ilegal.

El incremento del narcotráfico genera una economía negra, con organizaciones poderosas que producen no solo profundos daños ecológicos que se articulan con otras actividades ilegales, sino también va creando una sombra, un Estado oscuro paralelo; un poder fáctico que es capaz de arrodillar, en determinado momento, al Estado de Derecho. Esto es lo que está pasando ahora, se pierde soberanía y poder de decisión en otras áreas; lo que no es ajeno a lo que sucede en otros países. Pero en el caso boliviano, la lucha antidrogas ha cambiado y más que nunca ahora se la utiliza políticamente.

Se produce una difuminación, un despliegue sistemático que no se detiene; se está produciendo «la amazonización» de la cocaína. Esto lleva a que se estigmatice la producción de la hoja de coca en el Chapare: «Esto no es casual…, que se replique en los medios en forma permanente. Si bien el fenómeno es una realidad, hay un encono particular que se utiliza con fines políticos para demonizar, desde el gobierno de Lucho Arce, la imagen pública de Evo, pues Evo es el Chapare y el Chapare es Evo». Y agrega: «La realidad es que, de ser un país de tránsito, ahora pasa a ser un país productor y el fenómeno se amazoniza, pero en los medios solo pasa a estar del lado de la chiquitania. Esto no es así», puntualiza el ministro Romero.

Sin duda, pareciera ser que Arce y su equipo de gobierno diariamente conspiran para que Evo decaiga y abandone sus posibilidades electorales de presentarse nuevamente en el 2025.

Esto se manifiesta en una feroz embestida contra la imagen del presidente Evo Morales. No solo los medios del Estado y los privados se refieren en forma permanente a que debería hacerse a un lado y dejar gobernar a Lucho, sino que las acciones son frecuentes y evidentes por parte del gobierno. Claro está que Evo y su gente han realizado diversas denuncias por corrupción y acusaciones de todo tipo.

Las denuncias son de uno y otro lado y, ahora hay funcionarios de Arce que renuncian a sus cargos y denuncian que Evo tiene un complot para derrocar a Arce. Tal es el caso de la exviceministra de Deportes, Cielo Jazmín Veizaga Arteaga; un caso que raya en la ridiculez.

En la primera semana del mes de septiembre, otro hecho también es indicativo de estos conflictos, los cuales ya se han vuelto incluso personales. El caso fue que Evo Morales debía asistir a un encuentro político con profesionales y militantes del MAS en la ciudad de Santa Cruz. Sin embargo, cuando intentaba despegar desde el Chapare, donde Evo vive, se le impidió la salida al no otorgarle a la aeronave en la que iba a viajar el permiso aéreo correspondiente. Fue un claro gesto de las autoridades portuarias al recibir órdenes «de arriba». Según allegados y fuentes confiables, esta orden provenía de la misma presidencia de Lucho Arce, solo con el propósito de obstaculizar la asistencia de Evo a esta reunión, que, por cierto, terminó siendo un éxito y más numerosa de lo esperado. Finalmente, al no concederle el permiso de despegue, Evo terminó viajando por carretera toda la noche.

Misceláneas de una Bolivia dividida en su interna del MAS:

El conflicto interno en el MAS ha adquirido una intensidad notable. En el próximo mes de octubre se llevarán a cabo elecciones internas. Allí se espera que se calmen las aguas de estas tempestades o que finalmente se produzca una ruptura; con lo cual uno de los dos, Evo o Lucho, se quedaría con la sigla del partido. Se hablaba de la posibilidad de que Arce retome el liderazgo de esta identidad política. Quien se quede con la sigla del MAS tendría más posibilidades de atraer la mayoría de votos.

Probablemente este quiebre sea un corte irreversible. A pesar de algunos intentos por articular, hasta ahora no se pueden visualizar con claridad. Claramente, en esta disputa de liderazgos para determinar quién será el candidato en 2025, se enfrentan dos modelos de país: uno que apuesta por la nacionalización y otro por un modelo más flexible, claramente menos anticolonialista y menos antiimperialista.

Los números hablan por sí mismos:

La balanza comercial energética continúa deteriorándose, agravando la escasez de divisas del sector público. Es evidente que se ha vuelto negativa. Por ejemplo, las exportaciones de hidrocarburos no han logrado recuperar el dinamismo que tenían hasta 2015.

El valor exportado en 2023 fue de USD 1082 millones, apenas una fracción de los USD 2901 millones alcanzados en promedio entre 2012 y 2015. Además, las exportaciones de gas natural reflejan la reciente caída en las ventas a Argentina, que no es compensada por el aumento de las ventas a Brasil. La inversión pública apenas ha llegado a los USD 5.280 millones (USD 2.640 millones cada año), muy por debajo de lo que se ejecutaba en la gestión anterior. En su mejor momento, para 2016, se invirtieron USD 5.062 millones, y en promedio se invirtieron más de USD 4.700 millones al año. El sector público gasta mucho más de lo que recibe, pero al mismo tiempo invierte cada vez menos. El Gobierno financia el déficit fiscal con crédito externo e interno. La crisis fiscal se agravará con la disminución de los ingresos de regalías e IDH pagados por YPFB.

Actualmente, en Bolivia se está experimentando una creciente crisis de disponibilidad de divisas, solo aliviada por la venta de oro, la monetización de DEG y los desembolsos de créditos internacionales. Los ingresos genuinos, como el superávit comercial, las remesas y la inversión extranjera directa, están en declive. La balanza comercial es la mejor evidencia, ya que se han agotado los dólares acumulados entre 2005 y 2016 para fines de 2022. El ingreso laboral de las familias ha caído un 13 % por debajo de lo que ganaban al finalizar el gobierno de Evo Morales en 2019. Esto se refleja en que, a pesar de que el desempleo ha bajado al 3,7 % en abril de este año, la tasa de subocupación, es decir, la cantidad de personas que, a pesar de tener empleo, necesitan trabajar más horas, ha alcanzado el 11 %. Al finalizar la gestión de gobierno en 2019, solo 3 de cada 100 trabajadores se encontraban en esa situación.

Claramente, lo que está en juego aquí no es solo el futuro del instrumento político MAS-IPSP. Lo que está en juego es el futuro de Bolivia, el corazón de América Latina. Y, sin duda, la lucha por dejarlo fuera de juego seguirá siendo feroz, ya que Evo es un «demasiado mal ejemplo para la región».

Haciendo uso de una imagen bíblica: «Metiendo David su mano en la bolsa, tomó allí una piedra y la tiró con honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente. Así venció David al filisteo, con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano» (Samuel 17, 49-50).

Evo, como David, ganó 14 años de duras batallas, y nadie dice que no pueda seguir cosechando victorias en las batallas que se avecinan.